por Cristina Alvarez Rodríguez
La promoción de los derechos de las mujeres, la visibilización de la desigualdad y el empoderamiento son las tres acciones primarias infalibles que nos permiten modificar la matriz cultural machista. Aferradas a ellas atravesamos un derrotero de vicisitudes en el Congreso de la Nación para que la paridad hoy sea ley.
La representación en el parlamento nacional estaba muy lejos de ser espejo del 51 por ciento de mujeres argentinas: en la Cámara de Diputados hay 98 legisladoras de un total de 257, es decir, un 38 por ciento, mientras que son 30 las senadoras nacionales sobre un total de 72, es decir, un 41 por ciento.
La madrugada del 23 de noviembre de 2017, será de esas fechas que pasen a ser testigo en la línea de tiempo de los derechos adquiridos por y para las mujeres. La Cámara de Diputados de la Nación sancionó la ley que permite la integración en las listas legislativas y partidarias la paridad de géneros, “Una y Uno”.
Tras un largo camino de concientización, visibilidad y consenso, hemos logrado el tratamiento de esta ley que representa una verdadera justicia distributiva de género, de igualdad de oportunidades, en definitiva, de mas justicia social, que responde a una histórica demanda social. Los 165 legisladores y legisladoras que dieron sus votos afirmativos para que esta Ley de paridad de géneros sea real, entendieron que esto no se trató de que las mujeres puedan ocupar la mitad de los cargos electivos, entendieron que esta ley es una herramienta más para dar lucha a una batalla cultural que tenemos que dar juntos, varones y mujeres, para una verdadera transformación hacia la igualdad.
De esta manera, Argentina se suma a los países de Latinoamérica y el Caribe que ya cuentan con ley de paridad. Hemos dado un paso en coherencia a las acciones positivas que nuestra historia testimonia para garantizar la igualdad real de oportunidades entre varones y mujeres para el acceso a cargos electivos y partidarios como lo cita el art. 37 de nuestra Constitución Nacional, y a la Convención para la Erradicación de todas las formas de Discriminación contra la Mujer (Cedaw) que cuenta con jerarquía constitucional.
Nos quedan por conquistar muchos espacios y ámbitos de poder donde también es necesaria la transversalización de la igualdad. El desafío es seguir transitando la búsqueda de la paridad en todos los ámbitos públicos y privados. Sin igualdad no hay una democracia real y que funcione correctamente.
En el mundo, son más de 46 mujeres las que han estado al mando de un Estado, esta es una cifra que se desconoce o se invisibiliza. Pero el empoderamiento que hemos tenido las mujeres en la sociedad cada vez se acentúa más, y son más los lugares que vamos descolonizando, porque no se trata de desplazar a nadie, sino de ocupar los lugares que nos son tan propios como a los varones, en igualdad de oportunidades.
No se trata de feminizar espacios, se trata de equidad de géneros, que cada espacio de la sociedad, sea público o privado, tenga una mirada transversal integradora, inclusiva, igualitaria. Esta será la única manera de desterrar la discriminación y la violencia que es el mal mayor al que tenemos que poner fin.
Recuerdo un discurso de la joven Premio Nobel de Paz, Malala Yousafzai, “hubo un momento en que las mujeres activistas pidieron a los hombres que lucharan por sus derechos. Pero esta vez vamos a hacerlo por nuestra cuenta”. Es emocionante ver internalizado en una joven esa fuerza de pensamiento, la misma fuerza que hoy vemos y expresan nuestras niñas, adolescentes y jóvenes que se suman y multiplican en esta lucha que lleva años. Sin dudas, no hay poder más transformador que el que proviene de la fuerza de las mujeres.
(*): Diputada nacional FPV.